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- Abuela, ¿qué es esto?
- Es el lavadero, que veníamos a lavar todo el pueblo cuando no había lavadora.
- ¿Cómo lo hacíais?
- Pues nos poníamos ahí, de rodillas, enfrente de esa piedra, que es una losa y metíamos la ropa bien empapada con agua y la poníamos bien de jabón, con un jabón que se hacía en casa, que le llamábamos ‘de tajo’.
- ¿Cómo hacíais el jabón?
- Pues el jabón con la grasa que era mala, que sobraba, con una lata se calentaba y venga dar vueltas, vueltas, vueltas, vueltas, hasta que cuajaba. Y cuando ya cuajaba había unos cajones preparados se echaba en el cajón hasta que enfriaba. Y cuando ya estaba frío se cortaba, lo grande que tú quisieras, y así era.
- ¿Y cómo lo aclarabais?
- Pues es que esa otra parte era donde lo aclarábamos, que estaba limpia, y estaba, eso, para aclararlo ahí.
- ¿Y cómo lo tendíais?
- Pues yo recuerdo que mi abuela lo tendían aquí en las paredes y en la hierba, para que se secara. Pero ya mi madre y yo pues en cuerdas como ahora.
- ¿Y venía todo el mundo a lavar?
- Pues venía bastante gente, pero es que hay dos lavaderos más. O sea, con este tres. Y entonces compartíamos.
- ¿Y si el agua estaba sucia?, ¿qué hacíais?
- Pues cogíamos, destapábamos eso, nos poníamos unas botas de goma y con una escoba de estas de palo y a barrerlo hasta que estaba completamente limpio. Y cuando estaba limpio volvíamos a taponar allí, hasta que luego otra vez se llenaba.
- ¿Y si alguna vez el lavadero se quedaba sin agua?
- Es que entonces llovía más, yo creo. Como llovía más pues yo creo que no faltaba el agua, a no que hubiera alguna sequía, supongo.
- ¿Y cantabais?
- Pues yo supongo que sí cantarían, el que estuviera alegre cantaría. Yo no me recuerdo yo haber cantado, pero supongo que sí.